Un aspecto de la salud que no es tan evidente como la nutrición o el ejercicio, es la exposición a productos químicos nocivos. No es tan evidente porque mediante la publicidad, muchos de estos productos se asocian a salud, belleza, cuidado y naturaleza. Dentífricos, cremas solares, hidratantes, desodorantes y muchos otros productos, que nos aplicamos diariamente en nuestra piel, están cargados de quimicos nocivos para nuestro organismo y para el ambiente. Limpiamos nuestra casa, nuestra ropa, nuestra comida y nuestro cuerpo con productos químicos, los respiramos y los tragamos. Sólo cuando asumimos la responsabilidad íntegra sobre nuestra salud, empezamos a cuestionarnos los efectos que puede tener la enorme lista de componenetes químicos a los que nos exponemos.
A principios de 2011, cuando empezamos a leer las etiquetas de todo lo que usábamos, y a buscar información sobre los efectos de esos componentes y por qué se usan, nos alarmó la cantidad de veneno inútil que consumimos. Muchos componentes son absolutamente innecesarios y provocan efectos nocivos graves. Algunos están prohibidos en unos países y permitidos en otros. Cuando fuimos conscientes del peligro al que nos estábamos exponiendo, decidimos cambiar. Comprarlo todo en tiendas ecológicas estaba fuera de nuestro presupuesto, así que decidimos aprender a hacer nuestros propios productos y dejar de usar otros.
Algunas cosas resultan fáciles de sustituir por productos naturales. La crema hidratante corporal, por aceite de almendras, de argán o incluso de oliva, que es más barato. La mascarilla facial industrial por una casera, de arcilla, miel y alguna infusión. La pasta dental, para la que hay variedad de recetas. El vinagre y el bicarbonato de sodio sustituyen productos de limpieza y desinfectan verduras. Otras cosas, como el jabón, requieren de un proceso un poco más complejo. Obviamente, para todo hay múltiples recetas, con diversos niveles de sofiscticación. Nosotros empezamos probando las más simples, hasta dar con una que nos gustara. En este post explico los cambios que fuimos haciendo a lo largo de estos últimos tres años, las recetas que usamos y lo que hemos aprendido.
Higiene bucal: hacer pasta de dientes y enjuague caseros
Cuando decidimos cambiar los productos industriales por productos hechos en casa, una de las primeras cosas que quisimos sustituir fue la pasta de dientes. Buscando por internet, leímos a un chico que usaba bicarbonato de sodio. Lo probé y en pocos días tenía las encías doloridas, así que lo descartamos. Un amigo bioquímico nos contó que él hacía su dentífirco con arcilla, glicerol y aceites esenciales. Nos dió a probar. Si bien el glicerol le da una textura similar al dentífrico comercial, no nos entusiasmaba la idea de tener que comprar otro componente sólo para dar textura. Una chica nos comentó que ella usaba solamente arcilla, mojando bien el cepillo de dientes, y que luego se enjuagaba con agua y sal marina. Probé durante algún tiempo cepillarme sólo con arcilla. Resulta práctico porque no requiere preparación pero no es muy agradable.
Decidimos probar haciendo una pasta con arcilla, infusión y aceite esencial. Elegimos infusión de salvia, que tiene propiedades antisépticas, cicatrizantes y es buena para tratar encías inflamadas y llagas de la boca; y aceite esencial de clavo, que también es antiséptico y nos agrada su sabor. También agregamos una pizca de bicarbonato, que tiene propiedades blanqueadoras y es alcalinizante, y una pizca de sal marina, por los minerales. Al principio seguimos una receta con sus cantidades de cada cosa, ahora, después de tres años, ya sabemos la textura que nos gusta y vamos mezclando arcilla e infusión hasta encontrarla. Luego agregamos el bicarbonato y la sal marina, una punta de cucharita de cada uno, y el aceite esencial, unas ocho gotas. Hay que tener cuidado de no pasarse con el bicarbonato, una vez nos pasamos y nos irritó las encías. A continuación explicamos la receta que elegimos inicialmente.
3 cucharadas de arcilla
2 cucharadas de infusión de salvia
2 gotas de aceite esencial
1 pizca de sal marina y/o bicarbonato de sodio
Nuestra experiencia con esta receta es muy satisfactoria. Almacenda en un frasco de vidrio (300ml) previamente esterilizado, se conserva bien hasta que se termina. Si se deja mucho tiempo abierto (por ejemplo durante el cepillado), se evapora más rápidamente el aceite esencial. Se puede arreglar agregando un par de gotas y mezclando bien. La sensación de limpieza es buena y la textura es agradable.
El enjuague bucal
El complemento perfecto del cepillado y del hilo dental es el enjuague bucal. Cuando fuimos a comprar la arcilla para hacer la pasta de dientes, la dependienta de la tienda nos dijo que podíamos usar agua con bicarbonato de sodio, que desinfecta, remueve manchas y contrarresta el ácido de la boca. También se puede usar sal marina, que desinfecta, remineraliza y equilibra el PH. Nosotros probamos con ambos, juntos y por separado. De momento, vamos variando. La mezcla es con el máximo de sal o bicarbonato que pueda disolverse. Lo mantenemos en la boca unos 3minutos y luego enjuagamos sólo con agua, para quitar restos de mineral no disuelto.
Existen numerosas recetas de enjugue bucal con infusiones, decocciones y otros componentes naturales. Para nosotros, además de que sea natural, nos interesa que sea práctico y rápido de hacer, por lo que el enjuague con bicarbonato y sal nos resulta muy cómodo. No es necesario prepararlo con antelación y no es necesario conservarlo en el frigorífico. Por estas razones, además de sus propiedades desinfectantes, remineralizantes y reguladoras del PH, es nuestra receta favorita.
Higiene de la piel y del cabello
Cuidado facial
Este tema me ha preocupado desde la adolescencia. En una época tuve bastante acné y luego de vez en cuando algún brote, que siempre asocié con haber comido chocolate, o mantequilla, o al maquillaje. Vivía probando una crema hidratante diferente, otra exfoliante, una nueva mascarilla. Al principio siempre funcionan de maravilla (pasado un tiempo ya no tanto) y siempre estaba “enganchada” a varios productos faciales. Además, siempre los más caros resultaban mejores (o eso me quería creer para no sufrir por lo que había pagado). Seguía una rutina de limpieza a la mañana y otra a la noche, y siempre me acostaba con algún potingue por toda la cara. Por dios, qué agobio!
Llegó un momento en que a pesar de limpiar el cutis tres veces al día, la piel se cubría con una capa brillante de grasa, aunque estaba tirante y deshidratada. La grasa natural de la piel no conseguía protegerla de la deshidratación y la necesidad de eliminar este exceso de grasa me mantenía en un círculo vicioso.
La teoría que puse a prueba es que la piel es un ecosistema, si lo alteramos se desequilibra. Con la limpieza eliminamos la grasa natural con lo que se estimula su producción y reseca la piel creando la necesidad de usar hidratante. Además también se elimina la flora bacteriana de la piel, causando desequilibrio y dependencia de los productos.
Actualmente no uso casi ningún producto. Me lavo la cara una vez al día con agua, frotando suavemente con una toalla. Una vez cada quince días exfolio mi piel masajeando suavemente con bicarbonato, enjuago y aplico agua con un poquito de vingre para equilibrar el PH. Una vez cada tanto me hago una mascarilla de arcilla.
Estoy a gusto, con el resultado y con el proceso. Me siento bien en mi piel, me resulta cómodo y baratísimo comparado con lo que me gastaba hace 4 ó 5 años atrás. Ya no tengo la piel grasa, nunca tengo brillos desagradables, la hidratación se mantiene perfectamente gracias a la protección natural y los brotes de acné han desaparecido (aunque como mantequilla a diario y chocolate de vez en cuando!)
Este cambio es fruto de un proceso gradual, con ensayos, aprendizajes y nuevos ensayos. Al principio usaba más productos naturales caseros, exfoliaba más seguido, hacía más mascarillas y necesitaba usar aceites naturales para mejorar la hidratación. La motivación detrás del proceso de aprendizaje simpre fue usar la menor cantidad de productos posible, reduciendo gradualmente el uso de los mismos y siendo paciente con los períodos de transición, hasta recuperar el equilibrio natural de la piel.
Con esto no quiero decir que los problemas de piel mejoren cambiando solamente los productos de tratamiento. Cada caso es particular, y en general estos problemas están relacionados con la alimentación. Muchas veces el problema lo causan intolerancias alimentarias y cada persona debe averiguar qué es lo que le hace mal. En mi caso, no hice grandes cambios en el tipo de alimentación, pero sí he mejorado muchísimo la calidad. No consumo productos pre-cocinados ni procesados industrialmente. Consumo hortalizas de nuestro huerto orgánico, pollo criado por nosotros, cereales integrales ecológicos, leche ecológica, etc. Aún así, hasta que no dejé de restregarme la cara con productos faciales industriales, no noté una mejoría importante. Así que creo que este tipo de productos sí son parte del problema ya que generan dependencia, haciendo que la piel mejore un poco, pero no del todo (sino se les acabaría el negocio!)
El cuidado de la piel del cuerpo
La teoría que queremos probar es la misma que para el cuidado facial: la piel es un ecosistema que se autorregula si no lo alteramos aplicando productos de limpieza e hidratación.
De este modo, limitamos el uso de jabón en la ducha a las zonas que tienden a ensuciarse más, como las manos, los pies, las axilas, el ano y los genitales masculinos. Los genitales femeninos no los lavamos con jabón para no alterar la delicada flora bacteriana.
El resultado es que la piel que antes necesitaba ser hidratada con cremas o aceites naturales ya no requiere ningún cuidado extra, ni siquiera en verano!
El cuidado del cabello
Habiendo comprobado la teoría de que la piel se autorregula si no la agredimos con productos (aunque sean naturales), decidimos dar un paso más y cambiar la forma en que nos lavamos el cabello.
Encontramos múltiples recetas de champú casero, jabón para el cabello y acondicionadores. Como siempre, optamos por la simplicidad, buscando lo más práctico, con menos ingredientes y más fácil de preparar.
Decidimos probar con un método de limpieza del cabello con bicarbonato y vinagre. Es muy simple y práctico porque las mezclas se preparan en el momento de usar y sólo se utiliza agua, bicarbonato de sodio y vinagre de manzana.
Las mezclas para el lavado se hacen de la siguiente manera:
Para el lavado: se ponen 1 ó 2 cucharadas soperas de bicarbonato de sodio en una taza de agua caliente y se agita bien hasta que se disuelve.
Para suavizar y equilibrar el PH: se ponen 1 ó 2 cucharadas de vinagre de manzana en una taza de agua caliente y se agita para mezclar.
Se aplica sobre el cabello mojado la mezcla de bicarbonato, se frota suavemente y se aclara bien. Luego se aplica la mezcla con vinagre, se desenreda el cabello y se aclara bien. La cantidad de bicarbonato y vinagre necesaria para conseguir un cabello limpio y bonito depende de cada persona. Hay que ir probando agregar más o menos hasta dar con nuestra mezcla ideal.
Nuestra experiencia con esta forma de lavado es muy satisfactoria. Aunque hay una pequeña fase de transición en la que el cabello no luce bonito, sino que parece algo sucio. Esto es debido a que se tienen que eliminar los residuos de los productos comerciales que se han estado usando anteriormente. Peinar el cabello en la ducha, acelera esta eliminación de residuos y la fase de transición se hace más corta.
Llevamos casi un año lavándonos el cabello así y realmente estamos encantados. El único de la familia que no lo usa es nuestro bebé Pau, que ahora tiene dos años. Su cabello es tan sano y brillante que lo lavamos únicamente con agua!
Gracias por compartir tus recetas,siempre me intrigó como hacer la pasta de dientes,ahora ya lo sé ,espero seguir aprendiendo de tus recetas
Hola Adriana! gracias por comentar. Un placer seguir compartiendo.